Los españoles amantes de la carne se indignaron esta semana cuando un miembro del Gobierno apuntó a la industria por motivos medioambientales y de salud, lo que llevó al presidente del Gobierno a declararse incapaz de resistirse a un filete perfectamente cocinado.
En un país en el que una persona media consume unos 50 kilogramos de carne al año, la reacción fue inevitable cuando el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se lanzó al ruedo en Twitter con el hashtag «#MenosCarneMásVida».
«La cantidad de agua que se necesita para llevar un trozo de carne al plato es preocupante», dijo Garzón, un político del partido de izquierda radical Podemos, en un vídeo de seis minutos cargado de infografías y cifras.
«El agua que beben los animales, que se necesita para producir su pienso, para transportar y envasar la comida, todo eso contribuye a agotar los recursos del planeta», añadió.
«Un kilo de carne supone 15.000 litros (4.000 galones) de agua».
Los comentarios provocaron un enfrentamiento con otros de todo el espectro político, incluidos los compañeros del gobierno de izquierdas que preside Pedro Sánchez.
«Si me pones delante de un filete de costilla medio hecho, no me puedo resistir», declaró Sánchez en una visita oficial a Lituania, en el otro extremo de la Unión Europea de los 27.
Más allá del papel cultural de la carne en la dieta española, donde muchos restaurantes sirven tapas de jamón curado bajo hileras ordenadas de los mismos perniles de cerdo colgando del techo, su producción es también vital para la economía.
La asociación nacional de la industria cárnica afirma que representa casi 28.000 millones de euros (33.000 millones de dólares) de ingresos o el 2,3% del PIB español, lo que la convierte en la cuarta industria del país.
Irresponsable e indigno
Las declaraciones de Garzón fueron «irresponsables e indignas de un ministro español», según afirmó un grupo de seis asociaciones de la industria cárnica en una carta abierta, en la que le acusaban de «estigmatizar» al sector.
El ministro de Agricultura, Luis Planas, también se enfrentó a Garzón, acusándole de hablar de un «falso problema» y calificando de «injustas» sus críticas a los productores.
La producción de carne representa «sólo el ocho por ciento» de las emisiones de gases de efecto invernadero en España, dijo Planas.
Y la ministra de Sanidad, Carolina Darias, trató de restar importancia a las afirmaciones de su colega sobre la salud, diciendo en una rueda de prensa el viernes que la gente debería aspirar a «una dieta que le permita alternar entre comer grandes cantidades de proteínas y de vitaminas… una dieta equilibrada y redonda, todo en su justa medida».
Garzón recordó el plan estratégico «España 2050» del Gobierno, que aboga por reducir el consumo de carne tanto por motivos de salud como medioambientales.
«Numerosos estudios demuestran que el consumo de carne entre la población española es de dos a cinco veces superior al recomendado», reza un apartado del documento de 700 páginas.
Sólo en 2020, el consumo medio de carne de los españoles aumentó más de un 10 por ciento respecto al año anterior, según un informe anual del Ministerio de Agricultura publicado el mes pasado.
El grupo ecologista Greenpeace también salió en defensa de Garzón, atacando los comentarios «irresponsables» del presidente del Gobierno sobre su afición al chuletón.
Sánchez «se enorgullece de luchar contra la emergencia climática, pero cuando llega el momento de abordar la reducción del consumo de carne -un hecho respaldado por la ciencia- responde que no puede resistirse a un filete de costilla», dijeron los activistas.